Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.
(1 Tes. 5:4-6)
El diccionario de la lengua española define a la palabra velar de varias maneras. Entre ellas,
- Hacer centinela o guardia por la noche.
- Asistir de noche a un enfermo.
- Pasar la noche al cuidado de un difunto.
- Observar atentamente algo.
- Estar sin dormir el tiempo destinado de ordinario para el sueño.
- Continuar trabajando después de la jornada ordinaria.
- Cuidar solícitamente de algo.
Es muy probable que durante tu vida vas a emplear cada una de estas definiciones de la palabra en algún momento u otro. En nuestro texto encontramos este término empleado para instar al creyente que viva en la luz del pronto regreso de su Señor y que a diferencia de los inconversos, que se emplea la acción de velar como un hábito de su vida. De estar alerta en todo momento porque es literalmente convertido de las tinieblas a la luz y así poder cumplir con la Gran Comisión que Jesús nos dejó para cumplir (Hechos 26:18).
I. El contraste entre el creyente y los que sufrirán las calamidades futuras v. 4
A. Estar en la oscuridad es estar sin el conocimiento de Cristo. Esta sección se dirige a los hermanos, coas que uno que está en oscuridad no es.
B. El Día del Señor sorprenderá a los sin Cristo. Mientras los inconversos van a estar sorprendidos por los eventos futuros por su falta de preparación y anticipación, el creyente va a esperar a su Señor con paciencia.
II. El carácter de los creyentes que los excluye del juicio v. 5
A. Es alguien transformado al ejercitar la fe en Cristo. La expresión “hijo de luz” o “hijo del día” significa que la persona es caracterizada por estas cosas. Somos hijos de luz porque reflejamos “la Luz del mundo.” No somos más de las tinieblas porque somos del día y pertenecientes al Día del Señor.
B. Es alguien quien se responsabiliza por los deberes cristianos. Al no ser de la noche no practica las actividades mejor escondidas durante la oscuridad. La oscuridad es una descripción de la condición espiritual de los inconversos. Si nosotros no somos como ellos debemos asumir la responsabilidad de vivir como los hijos de luz y de día. Debemos anticipar el Día del Señor con acciones y actitudes dignas de hijos.
III. La cautela necesaria contra los peligros espirituales v. 6
A. No podemos ser insensibles espiritualmente. El estar dormido es natural para la persona que no anticipa la venida de Cristo en el aire, pero es totalmente fuera de lugar para nosotros los hijos adoptivos de Dios. No podemos conducirnos como los del mundo porque hemos sido cambiados. Ellos se portan de una manera coherente a su forma de ser. El creyente también lleva la responsabilidad de portarse conforme a su nueva manera de ser.
B. Debemos ser moderados y lúcidos mientras anticipamos a nuestro Señor. En este contexto el llamado a velar y ser sobrios no es una advertencia contra la embriaguez. Es cierto que otros pasajes sí lo hacen con la vista puesta en la venida de Cristo (Lucas 21:34; Romanos 13:2-13). Más bien tenemos una advertencia contra influencias que nos hacen dormir o nos dejan con mentes obscurecidas. El Día del Señor se acerca y nosotros debemos buscar estar alertas cumpliendo con nuestras responsabilidades como creyentes.


Si la información aportada en el pasaje que fue presentada la semana pasada no te quita todas las preocupaciones para dar confort a tu alma, puede ser que todavía tenés alguna duda sobre cuándo va a ocurrir la parusía. Aparentemente los tesalonicenses sintieron angustia sobre la muerte de algunos de los creyentes al considerar que ellos iban a perderse la oportunidad de reinar con Cristo durante el milenio. Por esta razón, Pablo había escrito en el capítulo cuatro dándoles a entender información nueva sobre el futuro con Cristo. Tanto los muertos en Cristo como los vivos al momento de la Parusía iban a disfrutar de los beneficios de la llegada de Jesús a través de o una resurrección de entre los muertos o el arrebatamiento. La confusión parece radicar en la que dice Daniel 12:2 repetido en Juan 5:29. Los muertos antes de Cristo aparentemente tendrán que esperar hasta después del milenio para gozar de la resurrección de sus cuerpos. Si es así, los tesalonicenses temían que la muerte iba a separarlos de un futuro glorioso al participar con Cristo en su reino terrenal. En el capítulo cuatro Pablo dice que la apariencia de Cristo asegura para el creyente el estar “siempre con el Señor” mientras el capítulo 5 introduce eventos difíciles y penosos. La diferencia es tan marcada que un estudioso de la Biblia con dificultad extrema encontrará a los creyentes padeciendo los eventos del “Día del Señor” descritos en mayor detalle entre los capítulos 6-19 de Apocalipsis. Pablo no encuentra necesario el escribir sobre estos acontecimientos pero lo hace por igual (4:9).
II. Agradar a Dios mejor que a uno mismo vv. 7-8

La primera vez que mi esposa, Amy, y yo expresamos verbalmente nuestro amor el uno al otra fue un momento histórico. No es que sucedió algo importante en el mundo pero sí marcó un antes y un después en nuestra relación. A partir de aquel momento empezamos a preparar a nuestras vidas para pasarla juntos y ahora a más de 19 años de casados y hace más de 20 años desde aquella primera expresión seguimos amándonos mutuamente. Interesantemente, no supimos en aquel momento hace tanto tiempo atrás todo lo que implicaba el amarnos mutuamente. Nuestro amor sigue creciendo en conocimiento. No se había perfeccionado y es posible decir que era muy egoísta en aquel entonces. Lo que deseamos es que sea cada vez más un amor que cumple con los propósitos de Dios.