El cristiano decidido de guiar a su familia no puede tomarse el lujo de ir en punto muerto. Lo que quiero decir con esto es que no es una cuestión de rumbo, si estamos preparando a la próxima generación para una vida cristiana productiva, sino es un asunto de hacer saturar la vida de tus hijos con la Palabra de Dios para estar seguro que van a lograr el objetivo.
Hace varios años atrás, nuestra familia viajó hacia el sur y San Martín de los Andes. Antes de emprender el viaje recibí varios consejos concernientes aquel camino y las diferentes dificultades que uno enfrenta por la escasez de servicios en varios tramos. Varias personas me hicieron entender que “hay que cargar combustible antes de cruzar el desierto.” Cuando llegó el día de viaje salimos muy de mañana con la idea de llegar la misma noche. El único problema era que yo nunca había pasado por aquel camino. Así que, cuando llegamos al camino por el desierto, ¡no lo reconocí como tal! Sí, vimos varias estaciones de servicios y carteles anunciando, “último combustible por 280km”, pero yo me fijé en el reloj y me indicaba que tuvimos un tanque casi lleno. Comenzamos a cruzar y llegamos a un punto donde no había nada y no había casi nada de combustible. En este momento yo empecé a orar. Buscamos en GPS la estación de servicio más próximo a nuestra posición en mapa y decía a casi 80km de dónde nosotros nos encontramos. Seguimos en ruta y comenzó a cambiarse la topografía. Comenzamos a subir cada vez más hasta llegar a una pequeña cima y poder mirar abajo a ver un pueblito. En mi mente comencé a regocijarme porque “habíamos logrado llegar milagrosamente”. En aquel mismo momento se cortó el motor y yo lo dejé rodar en punto muerto. 
Bajamos por casi 10km con el motor apagado hasta terminar al costado del camino en la rotonda de la entrada de aquella pequeña comunidad. Pudimos cargar combustible y seguir en camino al destino.
Muchos cristianos creen equivocadamente que tienen un bastante buen concepto de cómo es navegar en esta vida turbulenta las dificultades de criar a una familia “en disciplina y amonestación del Señor” cuando en realidad jamás han pasado por aquel camino. Lamentablemente, muchos creen que si llegaran a estar en una posición vulnerable, sólo haría falta dejar a sus vidas continuar rodando en punto muerto.
¡No es una buena estrategia no tener una buena estrategia! Por esta misma razón Dios va a dar instrucciones a su pueblo en cuanto al cuidado de la familia para asegurar que cada generación esté preparada para enfrentarse con la pregunta inevitable de parte de los hijos, ¿por qué es que vos creés así? Vamos a examinar el texto para encontrar una estrategia bíblica para discipular a nuestros hijos y cómo resultado esto nos prepara para la tarea vital de discipular a otros creyentes.

***
I. La revelación de Dios tiene que incorporarse en la rutina de nuestras vidas. Vs. 6-9
A. Es necesario que los padres tienen sus vidas saturadas en la Palabra de Dios. V. 6
Esta es una referencia a la instrucción de versículos 4-5 que tienen referencia a 4:1-2. Es necesario amar a Dios y este amor tiene su base en nuestro conocimiento de su Palabra. Sobre el corazón no es tan literal como un símbolo de su constante presencia. Es la única manera de garantizar un amor y obediencia a Dios Jn. 14:15
B. Los padres tienen que involucrar a sus hijos en el proceso de aprendizaje de la Palabra. V. 7
La Palabra de Dios tiene que saturar a la vida cotidiana. No puede ser que se espera que las pocas exposiciones a la Palabra los días domingo y miércoles sean suficientes en nuestras mentes. Si tus hijos miren al televisor, están siendo influenciados durante horas, mejor dicho indoctrinados durante mucho tiempo. Si la Palabra de Dios no se enseña en tu casa, no te debés sorprender si algún día no les importa las cosas de la Biblia porque no la creen.
C. La Palabra de Dios tiene que ser prominente en tu vida en familia. V. 8-9
Para el creyente no puede haber contacto casual con la Palabra de Dios. Hay que dejar memoria de ella en cada rincón y en cada actividad. Debe estar a mano constantemente. No es tan fácil acordarse de la necesidad de hacer mención de Dios en cada circunstancia de la vida cotidiana hasta que llegue a ser un hábito o el tópico de toda conversación. El uso constante de la Palabra de Dios se llama discipular o entrenar a los hijos en las cosas de Dios. Implica un interés por parte de los padres en la condición espiritual de los hijos. Esto tiene que ocurrir diariamente y constantemente.
II. La recompensa por la obediencia es vida generacional. Vs. 20-25
Cuando el hábito se convierte en interés personal.
A. Prepárense para la interrogativa sobre tu fe personal. V. 20
Algún día va a llegar un momento cuando el hijo va a quiere saber por qué debe de hacer de tu obediencia llegar a formar parte de su vida personal. Si dios mandó a los padres hacer algo, ¿Cómo se aplica a la vida de los hijos?
B. Dar respuesta contando de las maravillas de Dios en tu vida. Vs. 21-23
Para los rabís, su interpretación de esta sección no era que los padres solos sino cada generación sucesiva estuvieron presentes en el éxodo. Así que, no fue un milagro para algunos pocos sino una demostración del poder de Dios para librarnos de la esclavitud del pecado para cada generación. I Cor. 6:20
C. Repetir las promesas de Dios en cuanto a la posibilidad de ser aceptado en Él. Vs. 24-25
Es la intención de Dios de bendecir a su pueblo y esto se ve en que los mandamientos vienen después de la promesa. La justicia en mente es la de Dios al desarrollarse una relación correcta entre Dios y los suyos. No es solo el mantener los estándares de Dios sino el compromiso de Dios de salvarlos y mantenerlos en su amor.







Buscando las Raíces de los Conflictos

Desafortunadamente los conflictos entre la gente es algo muy común hoy en día. Vemos a cristianos morderse y consumirse unos a otros en el hogar y en la iglesia cuando luchan y riñen continuamente. En muchas familias, aún las cristianas, la discordia es algo normal. ¿Qué de vos y tu familia? ¿Batallás algunas veces con otros miembros de tu familia? ¿Has contendido con tu patrón, tus compañeros de trabajo, tus vecinos, tus compañeros en la iglesia? Estoy seguro de que no hay nadie que nunca haya tenido un conflicto con alguien. Algunos tienen más que otros. Si somos honestos admitiremos que sí hemos tenidos conflictos con otros, incluso con los miembros de nuestra familia.
La comunicación es una calle de dos direcciones que requiere que ambos manden y reciban mensajes. El que escucha es tan importante como el que habla. No podemos sobrestimar la importancia de un buen oyente. Dios es nuestro ejemplo. La Escritura dice de Dios el Padre, “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones…; Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó…, He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír;” (1 Ped. 3:12; Mal. 3:16, Is. 59:1). Dios no necesita escucharnos para sacar información o entendernos. Ya lo sabe todo. Con todo, nos escucha pacientemente. Pablo nos exhorta a ser imitadores de Dios (Ef. 5:1). Si el escuchar es importante para Dios, también debe ser importante para nosotros, como sus hijos. ¿Qué implica ser un buen escuchador? Prov. 2:2 nos estimula a usar nuestros oídos y corazón cuando escuchamos. La oreja representa el hombre 