Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. (Mateo 5:10-11)

Puede que sentís que no recibís suficiente sostén emocional, respeto, aprobación, afirmación, o afecto de otros miembros de la familia. Puede que estás buscando más ayuda física en el hogar y sentís que los demás te toman ventaja. O tal vez querés algo espiritual, como que estén de acuerdo con tu interpretación de las Escrituras, conformidad a tus normas de lo correcto y lo incorrecto, o mejoría en el caminar con el Señor de algún miembro de la familia.¿Cómo reaccionás cuando los demás no cumplen tus deseos? ¿Y por qué reaccionás de esta manera?
Conflicto por la Causa de la Justicia
La Escritura nos recuerda que a veces la gente se nos va a oponer porque representamos la justicia. Los creyentes pueden esperar oposición en la sociedad. Pero Jesús también nos advierte de discordia similar adentro del círculo familiar (Mt. 10:35-36). En ocasión, la discordia familiar se presenta porque alguien (una esposa, un esposo, un padre o un hijo) representa la justicia y otros se oponen a aquella justicia.
La rectitud de Abel trajo la ira de su hermano Caín (Gen. 4). Asimismo, los hermanos de José lo odiaban (Gen. 37). Y así, aún en el hogar del creyente hay veces que los miembros de la familia se van a perturbar por sus convicciones de él o ella. En ocasiones, aún vos podés ser el que se perturbe por alguna convicción justa o acción de otro miembro de la familia. Desafortunadamente, en este lado del cielo todos somos capaces de oponer la voluntad de Dios y disgustarnos con aquellos que buscan obedecerlo.
Me gustaría pensar que cada vez que he tenido conflicto con otro miembro de la familia, es porque he estado representando a Cristo. Pero en muchas ocasiones, la razón de nuestros conflictos es porque he reaccionado con egoísmo a nuestras diferencias o a la justicia de la otra persona. Demasiadas veces, he sido culpable de lo que condena Santiago (4:1-3). He deseado algo y no lo he conseguido. ¡Ah! Podría dar todas las razones espirituales en el mundo porque mis deseos eran correctos y por eso justificarme por estar enfadado. Pero la verdad es que estaba sufriendo más por la causa de mi ego que por la justicia. Y lo que es verdad de mí es muchas veces verdad de los demás. Actitudes y acciones pecaminosas se deben despojar y actitudes y acciones bíblicas (centradas en Cristo) se deben desarrollar por el poder del Espíritu Santo que mora adentro.
Cómo Prevenir Conflictos Familiares
¿Cómo prevenís y resolvés los conflictos familiares? El primer paso es estar consciente que en cualquier relación terrenal muy cercana, los desacuerdos fácilmente se pueden convertir en conflictos. Entre más cercana la relación, más potencial hay para contención y discordia. Para que no ocurra eso en tu familia, reconocé las maneras específicas en lo cual sos semejante y en cuales diferente. Discutí tus disparidades cabalmente.
Luego buscá discernir la razón por las cuales estas diferencias tienden a escalar en conflictos. Sea honesto delante de Dios. Preguntáte: ¿Me molestan tanto estas diferencias y desacuerdos porque soy egoísta? ¿Es porque quiero mí manera y la otra persona no está cooperando con mis demandas? ¿Tengo envidia? ¿Tengo motivos no piadosos? Diagnosticá lo que pasa en tu vida y tus relaciones por usar las Escrituras como norma. Dondequiera que encontrás tus actitudes, pensamientos, emociones y acciones siendo no-bíblicos, tomá la responsabilidad entera de ellos. ¡No buscás echar la culpa a otro o racionalizarte! Al contrario, reconocé tus pecados y mirá a Jesús por su perdón. Fijá tus ojos en Él, y confiá en Él para ayudarte a responder a tus diferencias y desacuerdos en una manera más piadosa y más constructiva. Por su poder, la discordia familiar se puede cambiar en concordia familiar.



Buscando las Raíces de los Conflictos

Desafortunadamente los conflictos entre la gente es algo muy común hoy en día. Vemos a cristianos morderse y consumirse unos a otros en el hogar y en la iglesia cuando luchan y riñen continuamente. En muchas familias, aún las cristianas, la discordia es algo normal. ¿Qué de vos y tu familia? ¿Batallás algunas veces con otros miembros de tu familia? ¿Has contendido con tu patrón, tus compañeros de trabajo, tus vecinos, tus compañeros en la iglesia? Estoy seguro de que no hay nadie que nunca haya tenido un conflicto con alguien. Algunos tienen más que otros. Si somos honestos admitiremos que sí hemos tenidos conflictos con otros, incluso con los miembros de nuestra familia.
La comunicación es una calle de dos direcciones que requiere que ambos manden y reciban mensajes. El que escucha es tan importante como el que habla. No podemos sobrestimar la importancia de un buen oyente. Dios es nuestro ejemplo. La Escritura dice de Dios el Padre, “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones…; Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó…, He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír;” (1 Ped. 3:12; Mal. 3:16, Is. 59:1). Dios no necesita escucharnos para sacar información o entendernos. Ya lo sabe todo. Con todo, nos escucha pacientemente. Pablo nos exhorta a ser imitadores de Dios (Ef. 5:1). Si el escuchar es importante para Dios, también debe ser importante para nosotros, como sus hijos. ¿Qué implica ser un buen escuchador? Prov. 2:2 nos estimula a usar nuestros oídos y corazón cuando escuchamos. La oreja representa el hombre 
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