1Tes. 4:9-10
9 Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros;
10 y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más;
La actitud característica de los creyentes tiene que ser una fe que tiene su mayor representación en amor abnegada y entregada hacia los hermanos en la fe.
Nosotros tenemos disponible un rico queso crema tipo untable que se puede usar en una variedad de recetas para postres. Hay una ciudad en Pennsylvania de los Estados Unidos de América que se llama Filadelfia. Esta palabra griega significa “amor fraternal” o literalmente el amor entre personas que tienen un padre en común.
Estamos acercándonos a las fiestas navideñas y muchas personas van a o preparar ricas recetas de postres para compartir con sus seres queridos o van a viajar para poder pasar tiempo con los hermanos y demás familiares. La mayoría de nosotros estamos dispuestos a hacer sacrificio para estar con nuestros hermanos de sangre, pero un autor cristiano hace la siguiente observación: El amor fraternal “no es suficientemente considerado por la mayoría de las personas cristianas; quienes, si investigaron el asunto, podrían encontrar que pocos de sus afectos más fuertes fueron determinados por la fe común. ¿No es el amor una palabra fuerte y peculiar para describir el sentimiento que atesoras hacia algunos miembros de la Iglesia, hermanos para ti en Cristo Jesús? Sin embargo, el amor a los hermanos es la mismísima prenda de nuestro derecho a un lugar en la Iglesia para nosotros mismos”.[1]
Pablo parece reconocer la falta de amor fraternal como una tendencia latente en la iglesia, así que anticipa que la postergada venida de Cristo (vv. 13 en adelante) debe aportar una énfasis en esta característica de la fe cristiana para que todos nosotros podamos destacarnos en ella. Por cuestión de tiempo vamos a realizar una división artificial entre estos dos versículos y los dos siguientes. Puedo adelantar que el amor fraternal se ve más claramente no en nuestras palabras sino en comportamientos tangibles. Tanto que Pablo dice que el cristiano que no provee para sus propias necesidades al trabajar mejor que los inconversos, termina siendo un estorbo (siempre necesitados) para la iglesia en vez de una ayuda (aportando para las vareadas necesidades).
Terminamos de decir que nuestro Dios no se adora a través de la inmoralidad sin indicios de que sea un problema en el momento y ahora nos dice Pablo que requiere que los hermanos se amen mutuamente y repite que no es un problema en el momento pero puede llegar a serlo. Temo que nosotros somos los que necesitan más de estas instrucciones para poder volver a lo que era común o normal en la iglesia nuevo testamentaria. Nosotros precisamos tener una fe con su mayor representación en el amor abnegada y entregada hacia los hermanos cristianos.

I. El distintivo de la fe cristiana es un amor fraternal abundante v. 9
Nosotros vemos que ellos ingresaron en la familia de Dios por el amor supremo (ágape) en 1:3; 3:6. Ahora se encontraron en la presencia de otros que también habían experimentado un cambio drástico en su ser y están atraídos por estas características en común. Según Juan, es el indicio de que uno ha pasado de la muerte a la vida I Juan 3:14. Se puede comparar con el anhelo que sintió el apóstol Pablo por los mismos tesalonicenses en 3:10.
Ellos no tienen necesidad de mayor instrucción en el tema porque han sido “instruidos por Dios” un término que Jesús mismo utiliza en Juan 6:45. Es el Espíritu de Dios que instruye en I de Cor. 2:13 cosa que nos hace entender que es Dios en nosotros que nos indica el camino correcto.
II. El amor fraternal debe de practicarse hacia todos los hermanos.
Pablo alaba la manera en que los tesalonicenses están activamente mostrando amor fraternal a todos los hermanos. No solamente los hermanos en su ciudad, sino en toda la región (1:7-8). Esto implica que su iglesia no es solamente enfocada en mantener el estatus quo, sino busca la oportunidad de suplir las necesidades (v. 12) de muchos hermanos. Es una iglesia ejemplar, digno de seguir.
[1] Morris, L. (1984). 1 y 2 Tesalonicenses: una introducción y comentario (Vol. 13, p.84). Downers Grove, IL: InterVarsity Press.


II. Agradar a Dios mejor que a uno mismo vv. 7-8
Conformarnos al estándar del mundo es una tentación que tenemos que resistir. En una ciudad griega del primer siglo, debe haber sido más difícil de resistir las tentaciones de la carne que para nosotros hoy en día. Nuestra cultura nos enseña que es necesario vivir acorde a ciertos códigos concernientes la moralidad. Interesantemente, estos mismos códigos están siendo cambiados cada vez más. Durante el periodo de tiempo que vamos a considerar en el texto hoy, encontramos a nuevos creyentes que están rodeados por una cultura que cree que la fidelidad en las relaciones matrimoniales es algo demasiado difícil para el hombre intentar a vivir. Fue tomado por sentado que un hombre iba a buscar satisfacer sus deseos sexuales fuera de los confines de la relación matrimonial. El mantenerse puro y casto era una expectativa fuera de lo común en los tiempos de Pablo. Esto nos hace preguntar si hubo un caso de infidelidad en la iglesia. Aparentemente que no, porque Pablo mejor anima a los hermanos a no ceder a las tentaciones de su sociedad que condenar a un caso en particular. Él no quiere arriesgarse con ellos entonces se toma el tiempo para hacerles acordar de la verdadera voluntad de Dios para sus vidas. En cuanto a la pureza sexual Pablo nos instruye que la voluntad de Dios es no conformarnos estándar del mundo para poder lograr la santificación.
En un campamento cristiano en Carolina del norte de los EEUU, yo tuve el privilegio de escuchar al entonces director desafiarnos con las siguientes palabras. “Hay tan sólo dos opciones – agradar a Dios o agradar a sí mismo”. Lo que el director Ken Collier quiso decir con estas palabras es que nosotros deseamos creer que hay una linda cantidad de opciones en cuanto a servir a Dios. Servir con un 50% de nuestra vida y utilizar el otro 50% para nosotros mismos. Quizás darle al Señor un 60% y reservar un 40% para nuestros fines. Darle 70% al Señor; un 80%; 90%; hasta un 95% y mantener para nosotros mismos un 5% para vivir acorde a nuestros propósitos. El hermano Collier lo presentó así, nosotros encontramos sobre la estantería tan sólo dos opciones para nuestras vidas como si fuese un supermercado espiritual. Una opción es agradar a Dios y la otra opción es agradar a uno mismo. Lamentablemente muchos cristianos profesantes eligen agradar a sí mismos porque no saben que el servir a Dios para agradarle a Él no es una mera opción, sino una obligación.
